viernes, 30 de diciembre de 2016

La Puerta

TOC....

TOC....

TOC....


Nadie imaginó que tras esa tercia de seises se escondía el demonio. Ella sonrió. Por fin estaba ganando la partida. "me voy, amigos". Esas fueron sus últimas palabras; luego, sucedió el altercado:

-¡Mi niño!

Una ráfaga de viento estremeció el lugar. Los lobos aullaron, y el demonio detuvo el tiempo.

-¡MI

NI

ÑO!-


La mujer cayó al suelo, padecía epilepsia. Curiosamente, para ella el paisaje fue distinto mientras caía.

¡Qué! ¿Quién te dio permiso de entrar?

Estaba en el infierno, y trataba de encontrar al demonio que le había causado los penares...

Vio que le hablaban desde otro lado:

¡VEN! ¡VEN!

Una simple puerta dividía la fantasía de la realidad, la salud de la enfermedad, el silencio de la elocuencia.

Luego fue el vómito.


Después cayó dos veces. Pero al despertar, estaba su equipo, su ejército, su fortaleza.

Sólo era cuestión de volver a armar el rompecabezas.

Al despedirse, el demonio le gritó:

-Me adelanté dos años, espera lo que viene.... -

Y en un carruaje de  fuego se esfumó.

martes, 15 de noviembre de 2016

Luce notturna


Sonrisa creciente esta noche;
Carcajadas errantes de ayer.
La luna te quiere, celeste
Te quiere mirar otra vez.

Perla nocturna constante,
Luz menguante que crece
             esperándote.

Imagina: tu y yo paseando con el sol
Fuego eterno, candor de vida.
Eclipse, sacrilegio;
Y la luna sólo espera por ti.

Te quiero,  maldita sea.
Y la luna espera por ti.

No pido a la utopía más que tu nombre;
pero la luna celosa espera a la noche
                  para tenerte entero. 

No pido al horizonte más que un recuerdo;
y ya ves, las imágenes que luna robó de ti. 

Imagina: yo traeré al sol para buscarte
Amor eterno, vuelto a la vida.
Elipse, evangelio;
Y nadie esperará sin mí.






*Texto escrito en julio de 2015, editado en este año para su publicación.

jueves, 10 de noviembre de 2016

CARTAS PARA TI, SIN REMITENTE...

Juan Gelman: 

Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día  de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. Él estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado "el Jardín". Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar.

Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía, o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al río San Fernando se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada.Al menos hay con él una certeza.

Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la idea de que llamaras "papá" a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera que hubiese sido el hogaral que fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aún así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de cómo se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.

También pensé todos estos años en qué hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitieran verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande. Podés enterarte  de quién sos y decidir y después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos desaparecidos. Tu origen.

Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellosy que me hablases de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe donde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe como serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el el encuentro con un abuelo que te espera.



Texto encontrado en la red: www.proceso.com.mx

lunes, 31 de octubre de 2016

A)

Salieron del café Libertad.

I

Que extraño, me siento un poco mareada...

¿Estás bien?

Creo, no lo sé...

¿Por qué, qué sientes, qué te pasa?

Te digo que no sé.

Me preocupas, ¿quiéres que te lleve?

No, bueno; sí. 


Salieron del café rumbo a una ruta incierta.

¿quiéres cenar algo antes de llegar a casa? Te veo pálida.

No, estoy cansada. 

¿Segura? Conozco unos tacos cerca de tu casa que están... buenísimos.

No, bueno; vamos. Pero la verdad es que no tengo mucha hambre, más bien tengo sensación de asco. 


Llegaron a la taquería y Gioconda se sintió peor. Entonces el Pelón no tuvo otro remedio más que pedir para llevar. Después fueron a la casa de Gioconda. 


¿Segura quieres que te deje aquí? 

Sí, gracias.

Y, ¿quién te cuidará? Vives sola. Si te pasa algo, ¿quién se dará cuenta; Boris, tu gato?

No, no pasa nada. 

Gioconda abrió la puerta para vomitar. Luego cerró y el pelón inmediatamente prendió el carro, aceleró y la llevó a su hogar. 


Ahí, él reconoció que no estaba hecho para la vida mundana de los seres humanos. Él reconoció que la belleza era un lujo destinado para seres ajenos a su vida; descubrió que podía tocar, acariciar, oler, perfilar cada poro que la belleza le brindara; sin embargo no podría poseerlo pues él... era un pobre diablo.

Yo pudiera olvidarme del infierno. Alejarme del abismo, sentir que puedo ser humano a tu lado. Tan sólo con ver que me miras, saber que me escuchas, pobrar tus labios de miel... Gioconda, siento que te quiero, creo que te adoro, tienes que ser mía, mía por siempre. tienes que quedarte aquí para siempre, no; no te dejaré ir. Eres belleza. Eres... mía.

¿Qué tanto balbuceas? Mejor cállate y bésame.


De pronto la Paranoia llegó a la mente del pelón; así que salió a la terraza.

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Una figura se apareció:





Gabriel se carcajeaba... 

-No eres humano. No sientes. Todo fue una ilusión, ¿no te das cuenta? 
-¿De qué hablas? 
-Sí, mírate ahora. Estás fumando un cigarrillo; digo, crees que fumas un cigarro. Pero es pura ilusión. Tú no existes en este mundo real. Y así como ese cigarro que poco a poco aniquilas con cada inhalación, es falso, así; esa mujer que duerme en tu alcoba se irá desconcertada. Despertará sin saber qué hizo aquí, por qué su cuerpo le duele y; sobretodo... quién eres tú.

-Yo soy yo...

-No. Tú no eres humano. Eres sólo un ente para comprender porque existe el mal en el mundo. 

-Tú no eres quién para darme teorías estúpidas. Yo estuve con Gioconda, la toqué, sentí su aliento, sus poros, vi su alma. Ella es divina.

-Entonces pudiste notar que ella ama a un hombre de verdad; a Leonardo.

-No, no, ¡No! Ella me ama a mí. 

-No te engañes, el auto engaño es tan humano. Ten cuidado con lo que juegas, belcebú; puedes perderte en la tierra. Sólo a los humanos le importan los pensamientos y emociones de los otros humanos.

-¡Claro que no Gabriel! Lo que quiero decir es que, pobre avecilla. Fue como todas... cayó y yo ya la usé. Ahora, seguiré con la proliferación de más banalidades como la vanidad; el hedonismo, la avaricia, las guerras y el sabotaje a la naturaleza.

-¿Y qué harás con Leonardo?

-Ese loco, loco seguirá.



II


Gioconda despertó con una terrible jaqueca; comenzó a llorar. No recordaba algo de la noche pasada. Así que intentó levantarse, fue en vano.

Mantuvo la calma.

Tranquila Gioconda, aunque no sé en dónde estoy, no sé porqué me duelen mis piernas, mi vientre, el punto es que tengo que salir de aquí. 

Ella miró a su alrededor. Su celular se notaba sobre la mesilla. Al acercarse, pudo notar su ropa tirada en el suelo. De pronto, una imagen del día anterior:


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"¡Te esperamos diez minutos! Creíamos que no ibas a llegar"

¡El Café Libertad! Allí estuve. 

De pronto buscó en el celular la lista de llamadas que hizo el día anterior; mientras lo hacía, se vestía.

Aquí está; Bernardo David.

Llamó al número mientras se anudaba las cintas de sus zapatos. Pero el número estaba fuera de servicio.

No puede ser, ahora ¿qué hago?

Al levantarse de la cama, miró unas manchas de sangre. Por ello, mientras sus lágrimas salían, buscaba entre sus prendas, su bolso, algo de dinero para poder salir.

Luego recordó que en la suela de su zapato derecho solía esconder biletes para casos de emergencias. Ahí, un billete de sor juana la esperaba. 

¡Perfecto! Ahora, tengo que salir de este bodrio.

En ese momento llegó el pelón.

¿Corazón, qué haces? ¿Por qué te vas? Me ibas a abandonar, ¿Por qué? ¿Lo has pasado mal? Justo venía a traerte un magnífico desayuno, ¿ves cómo me preocupo por ti? 

David, dime... ¿qué hago aquí? ¿por qué no me llevaste a casa ayer como te lo pedí?

¡Ay! Pero qué tanto drama, mira Gioconda; te llevé a tu casa y me dijiste que no querías estar sola y que tenías hambre; por eso mejor te llevé a cenar, lo cual me arrepentí porque me vomitaste todo y luego te traje aquí para cuidar de ti.

¿En serio?

¡Claro!

Así que te encargaste de mí y me cuidaste. 

Obviamente.

Y luego tuvimos sexo.

Bueno, yo no quería, en la condición en la que estabas, sentía que te encontrabas vulnerable; pero tú no dejabas de besarme. Por lo que ¡Nos descontrolamos hermosa! 

Pero, yo sería incapaz de hacer algo así. Yo jamás engañaría a Leonardo. 

Entonces, ¿me usaste? ¿Quieres decir que no me quieres? Sólo fui tu juguete... ¡Todavía que cuido de ti!

¡No! Agradezco que me hayas cuidado. Es sólo que,

¿Qué?

Pues,

Mejor ya cómete tu desayuno y después dedícate a besarme. ¡Por favor! Me lo debes.

Gracias, pero es que,

¿Qué?

No quiero.

¡Ja! ¿No quieres? Eso no me decías ayer...  

Pero es que ayer me sentía rara. Las infusiones no van conmigo.

Así que, ¿sólo estuviste conmigo porque estabas ida? 

Sí. Bueno, no lo veas de esa manera. Oye, pero si me pudieras ayudar a recordar lo que pasó anoche, es que no sé por qué me duele todo el cuerpo.

Claro que te voy a ayudar a recordar; ayer tú te endemoniaste conmigo y fuiste tan salvaje que hasta me enamoraste, ¿cómo se te ocurre enamorar a un demonio? ¿Estás acaso mal de la mente? Yo he renunciado a mi herencia infernal por ti, tú ahora me dices que no me amas... ¡pues vas a tener que aprender a amarme!

¡No!

¡No!

¡No!

¡Nooo!

Mientras tanto, Gabriel guardaba las calles de la ciudad.







III


Mientras tanto, en otro lado del mundo; un italiano se veía radiante. Leonardo caminaba entre callejones.

¿Por qué sonríes tanto Leonardo? 

¡Es que pronto llegará la razón de mi sonrisa! 

¿Cómo es?

¿Cómo se llama?

¿De dónde viene?

¿A qué se dedica?

Todos quedaron impresionados por la misteriosa chica que había enamorado a Leonardo, le había hecho crear mil maravillas y él seguía sonriendo.

"ps... mínimo haznos una caricatura".

Oh, ya verán. Haré mi mejor cuadro del recuerdo que tengo de ella.


martes, 9 de agosto de 2016

CAMINO



Vaya... no puedo creer. ¿te caíste?

No creas que me quedaré callada sin hacer algo al respecto. Sé que el tiempo y la sociedad pueden atarme de manos, pero ¿sabés algo? Te abrazaré y lo haré tantas veces tú quieras.

¿Estás herida?

No importa. Algo he de recordar de esos cursos de enfermería a los que el tío me obligó a asistir. Así que no te apures, ven. Aquí te cuidaré.

Deja de pensar en que los otros hayan comenzado a reír, que los otros empezarán a hablar, ¿acaso ellos te mantienen, te cuidan? No. Entonces, por qué preocuparte.

Eres hermosa, aún así con los raspones.

Ya te había advertido que algunos caminos tienen puertas con candado, y a pesar de que posean paisajes bellísimos, no siguen, pues son propiedad privada. Deja tú esos caminos, está esa vía turbia que por curiosidad tomaste, pues, ya ves... tenía trampas. Tenía baches que llegaban incluso hasta el infierno.

Pero, ¿a qué no te has dado cuenta de algo? 

¡ESTÁS AQUI! 

La vida ahora te puso en este camino. Y tú serás...

A pesar de los recuerdos que abrumen tu mente, a pesar de las lagunas, ¡Aún hay río en tu alma! y puedes navegar a tantos lugares como tú quieras. Porque libre eres...

Ya, seca esas lágrimas.

Anda, ve a ponerte los zapatos caminante.

Vete al camino.

Sin tacones, sin miedos, sin sombras.



TE AMO.